Los entendidos de la lengua definen el echar de menos como advertir o notar la falta de alguien.
Tal vez podamos decir en unas líneas generales que si es eso.
Pero para mí el echar de menos se ha convertido en un sentimiento que camina conmigo de la mano; a cada paso que doy. No importa el lugar, el viene conmigo.
No sé si me acompaña desde siempre. Tal vez estaba ahí y no lo había percibido de una manera tan intensa como lo hago ahora.
O tal vez, llegase de improviso y sin avisar.
No lo sé.
Pero él encontró un lugar a mi lado.
Y “El echar de menos” se convirtió en añorar sus sonrisas, y escuchar sus carcajadas; en volver a tenerles en frente, a tan sólo un palmo de mi, aunque solo sea para poder contemplar sus miradas.
“El echar de menos” se convirtió en el deseo de sentir sus brazos envolviéndome una vez más, de saborear sus cálidos besos.
“El echar de menos” se convirtió en recordar que a veces sin decir nada decía todo; que cuando nosotros callábamos eran nuestros silencios los que gritaban.
“El echar de menos” se transformó en recuerdos, en fotografías, en palabras, en música…
“El echar de menos” se metamorfoseó en cada uno de ellos.